El hecho de
señalar el estado mental como el factor fundamental para alcanzar la felicidad
no significa negar que debemos satisfacer nuestras necesidades físicas básicas
de alimentación, vestidlo y cobijo. Pero, una vez satisfechas esas necesidades,
el mensaje es claro: no necesitamos más dinero, ni más éxito o fama, no
necesitamos tener un cuerpo perfecto ni una pareja perfecta... en este momento
tenemos ya una mente con todo lo imprescindible para alcanzar la completa
felicidad.
Así pues, el primer paso en
la búsqueda de la felicidad es aprender. Primero tenemos que aprender cómo las
emociones y los comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las
emociones positivas. Tenemos que darnos cuenta de que dichas emociones no sólo
son malas para cada uno de nosotros, personalmente, sino también para la
sociedad y el futuro del mundo. Saberlo fortalece nuestra determinación de
afrontarlas y superarlas. Por otra parte, debemos ser conscientes de los
efectos beneficiosos de las emociones y comportamientos positivos; ello nos
llevará a cultivar, desarrollar y aumentar esas emociones, por difícil que
sea: tenemos una fuerza interior espontánea. A través de este proceso de aprendizaje,
del análisis de pensamientos y emociones, desarrollamos gradualmente la firme
determinación de cambiar, con la certidumbre de que tenemos en nuestras manos
el secreto de nuestra felicidad, de nuestro futuro, y de que no debemos
desperdiciarlo.
En el budismo
se acepta el principio de causalidad como una ley natural. Al tratar con la
realidad, hay que tener en cuenta esa ley. Así, por ejemplo, en el campo de las
experiencias cotidianas, si se producen ciertos acontecimientos indeseables,
el mejor método para asegurarse de que no vuelvan a ocurrir es procurar que no
se repitan las condiciones que los producen. De modo similar, si quieres tener
una experiencia determinada, lo más lógico es buscar y acumular aquellas
causas y condiciones que la favorecen.
Sucede lo mismo
con los estados y las experiencias mentales. Si se desea la felicidad, se
deberían buscar las causas que en otras ocasiones la han producido, y si no se
desea el sufrimiento, debería procurarse que no vuelvan a presentarse las
causas y condiciones que dieron lugar al mismo. Es muy importante aprender a
apreciar este principio.
Hemos hablado
de la importancia suprema del factor mental para alcanzar la felicidad. Nuestra
siguiente tarea, por tanto, consiste en examinar la variedad de estados mentales
que experimentamos. Necesitamos identificarlos con claridad y clasificarlos en
función de que nos conduzcan o no a la felicidad.
En cualquier
caso, creo que cultivar los estados mentales positivos, como la amabilidad y la
compasión, conduce decididamente a una mejor salud psicológica y a la
felicidad.
Disciplina mental.
Mientras él
hablaba, encontré algo muy atractivo en su enfoque para alcanzar la felicidad.
Era absolutamente práctico y racional: había que identificar y cultivar los
estados mentales positivos, así como identificar y eliminar los estados
mentales negativos. Aunque inicialmente me pareció un tanto seca esta
sugerencia de analizar sistemáticamente la variedad de estados mentales que
experimentamos después, me dejé arrastrar por la fuerza lógica de su
razonamiento. Me gustó el hecho de que, en lugar de clasificar estados
mentales, emociones o deseos con arreglo a juicios morales externos como La
avaricia. es un pecado, o El odio es maligno, clasificara las emociones
simplemente sobre la base de si conducen o no a la felicidad última.
A medida que
pasa el tiempo, se van acumulando los cambios positivos. Cada día, al
levantarte, puedes desarrollar una sincera motivación positiva al pensar:
"Utilizaré este día de una forma más positiva. No desperdiciaré este
día". Luego, por la noche, antes de acostarte, analiza lo que has hecho y
pregúntate: "¿Utilicé este día como lo tenía previsto?". Si todo se
desarrolló tal como lo habías pensado, deberías alegrarte por ello. Si alguna
cosa salió mal, lamenta lo que hiciste y examínalo críticamente. Gracias a
métodos como éste, puedes ir fortaleciendo los aspectos positivos de la mente.
Disciplina ética.
En un análisis
posterior relacionado con el entrenamiento de la mente para la felicidad, el
Dalai Lama señaló:
Creo que el comportamiento ético
es otra característica de la clase de disciplina interna que conduce a una
existencia más feliz. A
eso podríamos llamarlo disciplina ética.
Al hablar de
disciplina, me estoy refiriendo a autodisciplina, no a la que se nos impone
externamente. También me refiero a la disciplina aplicada para superar los
rasgos negativos. Una banda criminal puede necesitar disciplina para cometer un
atraco con éxito, pero esa disciplina es inútil.
Pero lo que me
preocupa es su definición de comportamiento negativo que conduce al
sufrimiento. Y su premisa de que todos los seres desean, naturalmente, evitar
el sufrimiento y alcanzar la felicidad, que ese deseo es innato y no tiene que
ser aprendido. sí es natural que deseemos evitar el sufrimiento, ¿por qué no
sentimos espontánea y naturalmente más repulsión hacia los comportamientos
negativos a medida que nos hacemos mayores? Y si es natural el deseo de
alcanzar la felicidad, ¿por qué no nos sentimos espontánea y naturalmente
atraídos hacia los comportamientos sanos y llegamos así a ser más felices a
medida que progresa nuestra vida? Si estos comportamientos sanos conducen a la
felicidad y lo que deseamos es alcanzarla, ¿no debería ser ése un proceso natural?
¿Por qué necesitamos tanta educación, entrenamiento y disciplina para que se
produzca?