¿Qué define
nuestra percepción y nivel de satisfacción? Esas sensaciones están fuertemente
influidas por nuestra tendencia a comparar. Al comparar nuestra situación
actual con nuestro pasado y descubrir que estamos mejor, nos sentimos felices.
Eso sucede cuando nuestros ingresos saltan, por ejemplo, de 20.000 a 30.000
dólares anuales; pero no es la cantidad absoluta lo que nos hace felices, como
descubrimos en cuanto nos acostumbramos a los nuevos ingresos y ciframos
nuestra felicidad en la consecución de 40.000 dólares anuales. Miramos también
a nuestro alrededor y nos comparamos con los demás. Por mucho que ganemos,
tendemos a sentimos insatisfechos si el vecino está ganando más. Los atletas
profesionales se quejan de ganar sólo uno, dos o tres millones de dólares cuando
se citan los ingresos superiores de un compañero de equipo. Esta tendencia
parece apoyar la definición de H. L. Mencken de un hombre rico: alguien que
gana cien dólares más que el marido de su cuñada.
Vemos, pues, que nuestros
sentimientos de satisfacción dependen a menudo de tales comparaciones.
Naturalmente, también las establecemos respecto a otras cosas. La comparación
constante con quienes son más listos, más atractivos y obtienen más triunfos
que nosotros tiende a alimentar la envidia, la frustración y la infelicidad.
Pero también podemos utilizar
esta actitud de una forma positiva; es posible intensificar nuestra sensación
de satisfacción vital paragonándonos con aquellos que son menos afortunados y
apreciando lo que poseemos. Los investigadores han llevado a cabo una serie de
experimentos que demuestran que el nivel de satisfacción vital se eleva al
cambiar simplemente la perspectiva y considerar situaciones peores. Durante un
estudio se mostró a mujeres de la Universidad de Wisconsin, en Milwaukee,
imágenes de las condiciones de vida extremadamente duras reinantes en dicha
ciudad a principios de siglo, o se les pidió que imaginaran y escribieran sobre
hipotéticas tragedias personales, como resultar quemadas o desfiguradas. Después
de esto, se pidió a las mujeres que calificaran la calidad de sus vidas.
Aunque es posible alcanzar la
felicidad, ésta no es algo simple. Existen muchos niveles.
cuatro factores de la
realización o felicidad: riqueza, satisfacción mundana, espiritualidad e
iluminación. Juntos, abarcan la totalidad de las expectativas de felicidad de
un individuo.
Dejemos de lado
por un momento las más altas aspiraciones religiosas o espirituales, como la
perfección y la iluminación, y abordemos la alegría y la felicidad tal como las
entendemos desde una perspectiva mundana. Dentro de este contexto, hay ciertos
elementos clave que contribuyen a la alegría y la felicidad. La buena salud,
por ejemplo, se considera un elemento necesario de una vida feliz. Otra fuente
de felicidad son nuestras posesiones materiales o el grado de riqueza que
acumulamos. Y también tener amistades o compañeros. Todos reconocemos que,
para disfrutar de una vida plena, necesitamos de un círculo de amigos con los
que podamos relacionamos emocionalmente y en los que podamos confiar.
Todos estos
factores son, de hecho, fuentes de felicidad. Pero para que un individuo pueda
utilizarlos plenamente con el propósito de disfrutar de una vida feliz y
realizada, la clave se encuentra en el estado de ánimo. Es lo esencial.
Si utilizamos de forma positiva nuestras circunstancias favorables, como
la riqueza o la buena salud, éstas. pueden transformarse en factores que
contribuyan a alcanzar. una vida más feliz.
Todo esto
muestra la tremenda influencia que tiene el estado mental sobre nuestra
experiencia cotidiana. Por tanto, debemos tomamos ese factor muy seriamente.
Así pues, dejando
aparte la perspectiva de la práctica espiritual, incluso en los términos
mundanos del disfrute de la existencia, cuanto mayor sea el nivel de calma de
nuestra mente, tanto mayor será nuestra capacidad para disfrutar de una vida
feliz.
Así pues, creo
que estos deseos excesivos conducen a la avaricia, basada en expectativas
desmesuradas. Y al reflexionar sobre los excesos de la avaricia, descubrirás
que conduce al individuo a la frustración y la desilusión, que le acarrea
confusión y numerosos problemas. Cuando se habla de la avaricia, una cosa
bastante característica de ella es que, aunque se llega por el deseo de obtener
algo, no quedas satisfecho al obtenerlo. En consecuencia, se transforma en algo
ilimitado y sin fondo, por lo que proliferan las dificultades. Lo irónico de
la avaricia es que aun cuando la motivación fundamental es la búsqueda de la
satisfacción, no te sientes satisfecho ni siquiera después de conseguir el
objeto de tu deseo. El verdadero antídoto de la avaricia es el contento.
Si vives
contento, la consecución de bienes pierde importancia. Ya hemos visto que trabajar
en nuestra perspectiva mental es un medio más efectivo para alcanzar la
felicidad que buscarla en fuentes externas, como la riqueza, la posición y
hasta la salud.